El reciclaje. "Reinventemos" nuestros hábitos.


Ayer fui al supermercado. Una de esas grandes superficies en las que puedes encontrar de todo, bueno de todo menos trato personalizado. Y si la preocupación de atención por el individuo es irrelevante, la preocupación por el conjunto global se reduce a la rentabilidad económica. O dicho de otra manera, el mundo y sus personitas de las que no obtienen beneficios, les importa muy poco. Eso sí cuando una campaña social, llámese de reciclaje, alcanza la atención requerida, ellos son los primeros en concienciarse...es como que de pronto el mundo toma sentido más allá de sus cajas registradoras.

 

Yo estaba en la cola después de haber seguido las pautas que me dictaba mi exigua lista de la compra. Fui con el estómago bien lleno para sortear, de la mejor manera posible , las tretas a las que nos exponen sus mensajes consumistas, nada naturales. Da igual que lo necesites o no, tú cómpralo y después ya te apañarás. Tú, si es necesario, aporta todo lo que puedas a la sobreexplotación y el consumo desmedido de bienes y servicios que impacta seriamente en los recursos naturales y el equilibrio ecológico indispensables para la continuidad de la vida en el planeta. Tú gasta y el planeta se desgasta.

 

Las colas son una acumulación de tiempo en reposo. Un paréntesis vacío. Las hay de todos los tipos: cola para entrar en el cine, cola para reservar una mesa, cola para ir al trabajo, cola para estar parado, cola para hacer cola .

Estaba todo el rato pensando en las horas que he perdido haciendo colas. Ahora que lo recordaba me sentía estúpido, como se siente uno si piensa cuánto tiempo se pierde deseando estar en otro sitio. La frase de un rótulo verde, que parecía desubicado en aquella jungla de cemento revestida de ofertas suculentas, me liberó de aquel meditativo abatimiento. “Échale una mano al medio ambiente”. Me acerqué, no sólo por que quisiera echarle una mano al medio ambiente sino por que estaba medio atontado en aquel ambiente y necesitaba un remedio para alejar mis pensamientos.

Debajo del mencionado rótulo había un expositor en el que se depositaban trípticos que desarrollaban la frase que había absorbido mi atención . Cogí uno por que me pareció un buen vehículo de evasión mental. Se anunciaba la intención de dejar de repartir bolsas de plástico por el alto contenido de contaminación que éstas suponían.

En el panfleto se manifestaban conceptos como. “Con menos bolsas de plástico todos podremos respirar más tranquilos”,“400 años tarda en descomponerse una bolsa de plástico, y su vida útil media no supera los 15 minutos”,”238 bolsas de plástico recibe al año de media cada español de las cuales sólo se reciclan un 10%”. Mensajes muy concienciados cierto es , pero ¿porqué han tenido que esperar tantos años para ponerlos en práctica?. Entonces entendí el por qué de todo aquel asunto. Los depredadores de la compraventa utilizan el mensaje verde como una nueva estrategia de reclamo.

Hasta la fecha han sido abastecedores de “armas blancas de plástico” (”238 bolsas de plástico recibe al año de media cada español de las cuales sólo se reciclan un 10%”) sin preocuparles en absoluto el reciclaje. Tendrían que seguir ejemplos como los de Ruw, empresa que no dispone ni de una pequeña parte del potencial económico ni logístico de las grandes superficies, pero que su potencial ético-moral las rebasa a todas y desde su creación ( allá por el año 2005 ) ya se planteaba la producción de artículos respetuosos con el medio ambiente y su futuro. Por eso desde el principio ya surgió la elaboración de una bolsa de la compra totalmente reciclable  y nada nociva con el globo humanoide .

Porque estas grandes superficies (pequeñísimas en su honestidad) ofrecen (en ese mismo tríptico de intención puramente solidaria) tres tipos de bolsa reutilizables que ellos te pueden dispensar, eso sí, cobrándotelas, claro . Para ellos las bolsas de plástico no son un negocio pero las bolsas reutilizables son como una nueva posibilidad de exprimir aún más el planeta , y nuestros bolsillos , por supuesto.

 

Por fin me llegó el turno de pasar por caja,  ese desgarrador momento en el que eres una pieza más de este económico liberalismo que encarcela nuestro humanitarismo. Para entonces , en mi interior, mi otro yo , o sea él , canturreba  aquella elocuente canción de Kiko Veneno:

“La máquina que mueve el mundo se ha estropeado,

dicen los mecánicos que tiene el punto desajustado,

tan nuevecita  , y siempre siempre siempre le pasa algo,

pobrecita cada día necesita un milagro”.

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